viernes, 14 de diciembre de 2012

Fuente de Salud III



EL PROPÓLEO O PRÓPOLIS




      El propóleo es una sustancia resinosa, que varía del color castaño al negro pasando por el verde. Estas tonalidades guardan relación con su  procedencia, una fina película de resina protectora que las abejas extraen de las yemas de diferentes árboles y arbustos. Con sus mandíbulas recortan los fragmentos de dichas resinas, para transportarlos tal y como hacen con el polen en sus patas posteriores. En cuanto es depositado en la colmena, las obreras lo mezclan alquímicamente con sus secreciones salivares enzimáticas y una proporción variable de cera, hasta formar la pasta final, de sabor amargo y fuerte, mientras que su olor es dulce y agradable.

      El propóleo es la armadura de la colmena, que las abejas usan para sellar todas las uniones mecánicas, tapar fisuras y  levantar murallas para impedir el ataque de los depredadores. Pero la verdadera magia de su uso, consiste en sus poderosas propiedades antibióticas. Si imaginamos el espacio restringido de la colmena, de apenas 50 litros de capacidad, una media de 600.000 entradas diarias de abejas recolectoras, millares de individuos en su interior a  una temperatura entre 35 y 38ºC,  una tasa de humedad del 70% y un atmósfera interior con fuerte contenido de azúcares,  todo induce a pensar en un verdadero caldo de cultivo para microbios patógenos, hongos y parásitos. Pero en absoluto es así. Las abejas recubren con una fina capa de propóleo la entrada de la colmena, así como todas las celdas destinadas a los huevos, la miel o el polen, actuando como una poderosa barrera protectora con propiedades bactericidas, fungicidas, antisépticas y antivirales. Es habitual que los apicultores encuentren en el interior de la colmena, los cadáveres de depredadores como ratones o lagartijas, completamente momificados y embalsamados en propóleo, una vez muertos por las picaduras, conservados sin el menor signo de putrefacción.


Conocedores de esto, los egipcios lo utilizaban no solo para curar, sino también como producto indispensable en la momificación de los cadáveres. Hipócrates lo recomendaba para el tratamiento de úlceras y  heridas. Con este fin, los legionarios romanos lo llevaban consigo cuando partían al campo de batalla. El filósofo y médico Avicena lo usaba para tratar, eliminar y desinfectar las heridas de flechas y  espinas. Pero es en Rusia donde más antecedentes encontramos de su uso, siendo conocido como “la penicilina rusa”. Fue allí donde comenzaron las investigaciones más completas y detalladas, que con el tiempo se extendieron a todo el mundo, situando al propóleo como una de las mejores alternativas terapéuticas en las patologías infecciosas  y virales, que lo hacen equivalente a los antibióticos más potentes, pero sin los problemas de resistencia que originan éstos por su uso intensivo.

       Investigadores  japoneses, han demostrado que el propóleo inhibe el crecimiento de las bacterias, impidiendo la división celular y provocando la destrucción de la pared bacteriana. Los flavonoides y moléculas aromáticas ejercen una fuerte acción antiviral contra la gripe, así como en los casos de anginas, sinusitis, otitis y afecciones de las vías respiratorias. Los herpes y la hepatitis B, pueden también ser combatidos de manera eficaz debido a dichos componentes activos. Gracias a sus aceites esenciales posee propiedades anestésicas locales, tres veces más potentes que otros anestésicos y sin efectos secundarios. Posee extraordinarios efectos antiinflamatorios. En dermatología es especialmente útil en los casos de psoriasis, picaduras de insectos, hongos patógenos en epidermis y mucosas, cicatrización y regeneración de tejidos en quemaduras, así como afecciones bucales como caries, gingivitis y aftas. Es uno de los mejores estimulantes del sistema inmunológico y un potente protector hepático.

       Está compuesto por un 55% de sustancias resinosas y balsámicas, 30% de cera, 10% de aceites esenciales, 5% de polen y 5% de vitaminas, especialmente A y B, aminoácidos, oligoelementos y otras sustancias orgánicas. Su poder terapéutico reside entre otros, en sus compuestos antioxidantes y los abundantes flavonoides.


Como tomarlo

Podemos encontrar el propóleo en múltiples presentaciones, la más común en forma de extracto alcohólico y  disoluciones, de las que tomaremos entre 20 y 25 gotas tres veces al día diluidas en agua o zumos. También lo encontramos en forma de aerosoles y pomadas para aplicaciones dermatológicas, así como en pastillas y cápsulas, muy recomendables para las infecciones de garganta y laringitis. También existen dentífricos eficaces para afecciones en la zona bucal y garganta. Otra forma de encontrarlo es como pasta resinosa original preparada para el consumo o junto a mieles y jarabes. Un consumo de propóleo de hasta 1 gramo o 25 gotas de extracto, 3 veces al día al comienzo del invierno, es la mejor forma de prevenir gripes y resfriados, especialmente si se combina con echinacea y vitamina C.






VENENO DE ABEJA O APITOXINA

“Toda sustancia es a la vez veneno y medicamento, todo depende de la dosis suministrada”  
(Paracelso, siglo XVI)


       Dice el profesor T. Cherbuliez, que ha sido la fuente principal consultada para este artículo, junto a la valiosa información aportada por un terapeuta especializado: “La abeja es un animal salvaje que acepta dejarse domesticar por el hombre, pero bajo sus propias condiciones. Ella conserva intacto su potencial de defensa, que puede ser mortal si no respetamos las reglas de convivencia. Como las fieras la abeja detecta el miedo y el nerviosismo de aquel que se acerca a ellas. Si queremos recibir dulzura, tiene que haber interés también en darla“.


Las abejas usan su veneno para defenderse de sus depredadores, provocando la muerte inmediata por sus picaduras. Su aguijón, formado por dos estiletes unidos y provistos de agujas, inyecta 0,3 gramos de veneno, secretado por una glándula de secreción ácida y otra de secreción alcalina, siendo posteriormente almacenado en una bolsa que se encuentran en el interior de su abdomen. El aguijón tiene dientes transversales muy pequeños con efecto de anzuelo, que causa que quede en el interior del cuerpo de la víctima, provocando el desgarro del abdomen de la abeja y su posterior muerte. No obstante hemos de comentar que en nuestra experiencia personal, al tratarnos con Apitoxina, el terapeuta nos insiste en el hecho de que sus abejas (la variedad negra canaria) no mueren al perder en aguijón. Algo que hemos comprobado. Al contrario, después de las sesiones de picaduras, las mantiene alimentadas con miel hasta 15 días, para luego soltarlas con vida en las proximidades de sus colmenas.

      El veneno de abeja es incoloro con un fuerte olor a miel. Sus orígenes terapéuticos se remontan a la antigua China y  Grecia, con referencias  en la biblia y el Corán. Carlo Magno lo usaba contra la gota, haciéndose picar en los pies. Pero fue el médico austríaco Philip Terc, el que a finales del siglo XIX se convirtió en el padre de la apitoxiterapia. Terc sufría intensos dolores debido a su avanzado reumatismo, hasta que un día de 1868 hallándose en su jardín, sufrió el ataque de un grupo de abejas. Al día siguiente, superando cualquier molestia proveniente de las picaduras, descubrió con asombro que los dolores producidos por el reuma comenzaron a remitir a pasos adelantados y la recuperación de la movilidad fue casi instantánea. A partir de ahí consagró su vida a investigar los efectos de la Apitoxina sobre la salud humana, durante diez años realizó todo tipo de investigaciones, pese a ser ridiculizado y desacreditado por sus colegas,  hasta que en 1768 presentó sus conclusiones ante la Universidad Imperial de Viena. Hoy día en los Estados Unidos se tratan cada año entre 30.000 y 40.000 personas con veneno de abejas. A lo largo de los años son muchos los apicultores que por intuición y tradición, se pican a sí mismos con veneno de abeja para tratar sus dolencias, especialmente los dolores osteomusculares.


Numerosas investigaciones han confirmado que la Apitoxina tiene efectos cardiotónicos. Es un fuerte anticoagulante y agente inmunológico. Bloquea la transferencia de los impulsos nerviosos, estimulando la actividad del arco hipófisis-suprarrenal y la producción de cortisol, que normaliza la tensión arterial y propicia la vasodilatación, sobre todo a nivel de capilares cerebrales. Es un potente antiinflamatorio, en dosis  de 100 a 10.000 veces menor que la necesaria para otros glucocorticoides. Disminuye la percepción del dolor. Es especialmente eficaz en los casos de reumatismo, artritis aguda y crónica, mialgias, neuralgias, ciáticas, migrañas, endocarditis, inflamaciones de tejidos blandos y óseos, dermatosis, síndrome de Meniére. Actualmente se realizan prometedoras investigaciones en la aplicación de la Apitoxina en los casos de esclerosis múltiple y el tratamiento de algunos tumores. Los pacientes que lo utilizan repetidamente experimentan un fuerte incremento de la energía, regularizan su presión arterial  y disfrutan de una mejora notable en su estado de ánimo. De éste último apartado da testimonio el autor de este artículo.

       Entre los componentes de la Apitoxina encontramos: Adolapina, apamina, dopamina, hialuronidasa, melitina y diversos péptidos. Si se consume por vía oral, no tiene ningún efecto terapéutico. Esta terapia debe ser siempre aplicada por un profesional especialista. Aunque en Estados Unidos es cada vez más común, en casos de enfermos crónicos, que algún familiar sea formado en su procedimiento de aplicación, recurriendo a apicultores locales para la adquisición de las abejas.

Como se aplica




         En la consulta, el terapeuta atrapará delicadamente una abeja viva, entre los extremos
de una pinza, que posará sobre la piel en el lugar deseado, excitando a la abeja a picar. Hemos comprobado como en ocasiones la abeja no pica donde quiere el terapeuta, sino donde ella elige. Posteriormente, en cuanto haya picado, se procede a retirar el aguijón. El primer día verificará la sensibilidad del paciente al veneno, disponiendo siempre de forma preventiva del material adecuado para el supuesto de reacción anafiláctica (epinefrina o urbason). Continuará con un interrogatorio sobre antecedentes alérgicos y problemas cardiovasculares, y realizará un test a través de aplicación de pomada de Apitoxina en el antebrazo. Después de unos minutos sin reacción adversa se procede a realizar una “mini picadura”, usando una malla protectora que impide que el aguijón quede en el cuerpo del paciente.

       Pasados 20 minutos sin reacción alérgica el terapeuta procederá a aplicar la primera picadura de abeja efectiva, a la que seguirán hasta 2 picadas más en la primera sesión. Un tratamiento básico inicial incluirá alrededor de 100 picaduras en diferentes sesiones que irán aumentando progresivamente, con un máximo de 3 sesiones por semana. Nunca se pica 2 veces en el mismo lugar, y jamás en un punto aún activo de la sesión anterior. A medida que avanzan las sesiones, el terapeuta dejará el aguijón en la piel durante 2 a 5 minutos en cada picada, al objeto de que se libere la mayor parte del veneno. Es importante entender que cualquier reacción alérgica significativa, se desencadenará a los pocos segundos de contacto con la Apitoxina. Pero aunque la probabilidad de reacción alérgica es mayor en la primera sesión, ésta puede presentarse en cualquier momento del tratamiento, por lo que el profesional siempre permanecerá alerta ante los posibles síntomas.  Durante los tratamientos no se desarrollan anticuerpos contra el veneno, por lo que el organismo no se acostumbra y las picaduras resultan cada vez más efectivas terapéuticamente, generando un efecto dominó de reacciones cada vez más beneficiosas. Esta terapia debe ir siempre acompañada de un buen suplemento de vitamina C.

       Según el individuo, la respuesta del organismo al veneno de abeja, va de un simple dolor con edema local a una reacción alérgica más o menos seria, hasta el shock anafiláctico, en ocasiones mortal si no se dispone de los medios adecuados para detener la reacción. Fuera de ese caso extremo, la dosis letal de apitoxina se estima en unas 1.200 picaduras para un adulto de 75 Kilos de peso. Los estudios en este campo han demostrado que solo un 0,7% de la población presenta una autentica alergia al veneno de abeja, y que solo el 1% de ese porcentaje corre el riesgo de un shock mortal, o sea, el 0,007% de la población, una persona de cada 15.000.


El uso del veneno de abeja está contraindicado  en los casos de miocarditis, pericarditis, angina de pecho, arterioesclerosis o aneurisma de la aorta. En los casos de diabetes, insuficiencia renal, neoplasias u otras patologías, se deberá consultar al apiterapéuta y al médico especialista sobre su conveniencia y posibles efectos adversos.



Si estas interesado en esta terapia y vives en la isla de Tenerife, puedes enviarnos un correo y te remitiremos a un profesional en este campo. Si resides en otro lugar puedes buscar en internet para tu zona, ya que esta disciplina está en auge y es cada vez más practicada y recomendada por profesionales de la salud.


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       Hasta aquí esta serie de publicaciones sobre los dones terapéuticos que nos ofrecen nuestras compañeras las abejas. Otros muchos productos encontramos en la botica apícola: Pan de abeja (polen fermentado, con propiedades antianémicas y antisépticas), Aromieles (miel combinada con extractos de plantas medicinales que potencia el efecto de éstas), Cera (con numerosas aplicaciones dermatológicas), etc. Esperamos haber despertado tus inquietudes sobre estos sencillos, naturales y potentes remedios que nos regalan “las hijas del Sol”, como llamaban los antiguos griegos a las abejas, a las que vinculaban con Apolo, y os invitamos a seguir investigando sobre ellos, aplicarlos en nuestra vida diaria y recomendarlos a los enfermos.


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